sábado, 3 de febrero de 2007

La calidad educativa: un compromiso de todos

La calidad en la educación es un problema de todos, se deben ir superando las diferencias y exclusiones sociales. Mientras mas conciliemos igualdad con calidad, mejor atacaremos los mecanismos de reproducción intergeneracional de la pobreza y la desigualdad.
Como ya lo dijimos en artículos anteriores, la nueva Ley de Educación plantea nuevos espacios de democratización de la escuelas y sus actores. Ahora bien, junto a esta posibilidad debe primar un principio de calidad educativa. Por calidad entendemos, desde una perspectiva macropolítica, la capacidad del sistema educativo para responder a las necesidades formativas de los ciudadanos. Desde una perspectiva micropolítica es la articulación entre la oferta educativa que brinda la escuela y el nivel de aprendizaje de los alumnos. Al definir calidad educativa entran en juego una variable: la relación objetivos y resultados y el valor que se le asigne a la educación, entendiendo por esto no solo a la creación de condiciones favorables para el acceso y la pertenencia del alumno en el sistema, si no, también, al reconocimiento social y económico de los profesionales de la educación, nuestros docentes. De tal manera que este proceso en busca de la calidad es un compromiso de todos. Sabemos que uno de los problemas es el alto índice de desgranamiento escolar y el desafío consiste en “lograr que los alumnos realicen un recorrido exitoso en los distintos niveles educativos, para lo cual es necesario implementar estrategias para la retención y el logro de mayores niveles de calidad en los aprendizajes”. En este sentido la educación es: CALIDAD = IGUALDAD DE OPORTUNIDADES. Esto se debe a que el punto de partida para el cambio cualitativo está en el entrono socio-cultural de los alumnos. La calidad educativa es muy propio y original de cada institución. Por tal motivo cada escuela, siguiendo los lineamientos de la Ley y las políticas educativas jurisdiccionales, deberán replantear sus proyectos educativos institucionales siguiendo, por ejemplo, al modelo que presenta Ezequiel Ander Egg, planteando una estrategia de mejoramiento continuo de la organización y gestión institucional con el protagonismo de todos los actores, lo que supone y exige una planificación participativa. Un trabajo colectivo se construye desde el consenso de todos y no de una simple mayoría. Es un profundo pacto ético que requiere estar convencidos de que es una oportunidad de superación individual y grupal. En este punto Cecilia Bravslavzky plantea que las escuelas deberían asumir la diversidad de las personas, de las comunidades y la suya propia, pero no en cuanto a disyunciones en las que “unas son mejores y otras son peores”, y desde allí construir la calidad. En este sentido podemos mencionar dos tipos de escuelas: aquellas con modelos regresivos que normalizan su funcionamiento hasta llegar a la rutirización de sus prácticas y que consideran como naturales e inevitables a las problemáticas; Y las otras escuelas con modalidad progresivas que tienen la capacidad para interrogarse sobre su funcionamiento y a la vez generar nuevas preguntas. Estas son escuelas que “enfrentan a los problemas buscando la superación de los mismos y que han hecho de la reflexión su práctica permanente”. Acompañando este proceso en busca de la calidad por parte de la comunidad educativa no debemos olvidar el financiamiento de la educación publica por parte del Estado quien debería generar políticas de financiamiento que planteen a la educación como una inversión y no como un gasto. No es una tarea fácil pero depende de todos.
Alejandro Oscar Cantón
Profesor en Ciencias de la Educación

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